20 julio 2008

formas discursivas

Ana y Maria Eugenia, dos amigas de la infancia se encuentran después de veinte años fortuitamente en la cola del mostrador de información del aeropuerto internacional de Frankfurt, en plena huelga de trabajadores de Lufthansa. Ambas intentan averiguar cuando saldrán sus respectivos vuelos en medio de todo el caos. Han cancelado más de 300 vuelos en esa misma jornada.
Ana regresa de Sudáfrica, de un viaje de trabajo. Es periodista. Está casada y tiene dos niños, que la están esperando en el aeropuerto de Madrid. Está más gorda, pero de cara no ha cambiado nada.
Maria Eugenia es guionista. Hoy viaja a Colombia porque se va a instalar en Bogotá, con su marido y 6 hijos. Están todos juntos en el aeropuerto, y se los va a presentar a su amiga, cuando se oye por los altavoces que tienen que evacuar el aeropuerto por un aviso de bomba.
Todo el mundo empieza a correr y se genera más confusión de la que había. Muchos se pierden de vista, incluidas Ana y María Eugenia.


De: María Eugenia <mariaeugenia@hotmail.com>
Asunto: Estamos sanos y salvosA: mamaypapa@yahoo.com
Fecha: lunes, 14 julio, 2008, 10:37 am

Querida mamá,
Te mando un email desde aquí del aeropuerto de Frankfurt. Sí ya sé que a estas alturas deberíamos estar en Bogotá felizmente instalados en nuestro nuevo hogar, pero no, seguimos aquí en el aeropuerto esperando noticias sobre nuestro vuelo. No ha salido ni un vuelo todavía desde que llegamos a Frankfurt, y ya llevamos aquí casi días. Hay una huelga tremenda y el aeropuerto está colapsado. Cada vez somos más gente, porque los vuelos llegan y llegan, y todos nos vamos quedando aquí. No sé cuanto tiempo tendremos que esperar pero con los niños y toda la gente que hay, se está haciendo difícil la espera. Nos vamos turnando Jorge y yo, porque no podemos ni ir al baño. Solo nos faltaba que se nos perdiera alguien.
Por cierto te imaginas, en medio de todo este caos, a quien me encontré ¿Te acuerdas de Ana, Ana Torrent? Mi amiga de las Teresianas, que venía a veces a cocinar a casa, la que a ti no te gustaba porque decía que comíamos el jamón con las manos, ¿te acuerdas? Pues venía de Sudáfrica. Es periodista de la Agencia EFE y vive en Madrid con su familia. Como nosotros, esperaba una conexión a Madrid. La verdad es que no pudimos hablar mucho, porque en medio de todo este lío, hubo un aviso de bomba en el aeropuerto, y hubo que salir pitando. Imagínate con toda la gente, y los niños.
Todo el mundo estaba furioso, pero cuando anunciaron por los altavoces que teníamos que desalojar el aeropuerto porque había una bomba, todas las caras se quedaron pálidas. Hubo un minuto, que todo el mundo se quedó en silencio. El alboroto de las protestas se silenció de golpe. Fue como si alguien hubiera puesto la pausa en el video. La vista de todo ese gentío mudo me puso los pelos de punta. A mí me asustó más ese silencio que el anuncio de bomba. Fue una cosa monstruosa. ¿Qué fue lo que hizo callar a toda esa gente? No sé, pero el silencio nos asustó hasta tal punto que parecía que nos iba a romper los tímpanos. Era como esa calma chicha de la que habla papá cuando sale con su lancha. Sólo fue un minuto, pero nos pareció una eternidad. El silencio llenaba todo con un espesor que nos robaba el aire. En eso que Alba María rompió a llorar. Te puedes imaginar los gritos, las carreras y el desorden que se instaló de repente. Aparecieron policías de todos lados. Nos sacaron del aeropuerto en un tiempo record. ¡Menos mal que no llovía! Salimos todos a las pistas donde estaban los aviones, y allí esperamos sin un lugar donde sentarse, sin agua, sin nada de na-da; nos obligaron a dejarlo todo dentro de la terminal. A las dos horas, ya sabes como son estas cosas, anunciaron por los altavoces que podíamos entrar de nuevo, y aquí estamos esperando otra vez.
Estamos todos bien y ya os iremos informando. A medida de que vayan cambiando las cosas.

Besos a los dos.

M.Eugenia

19 julio 2008

en cinco miuntos

La casa parecía vacía, pero en la ventana se veía el rostro de una hermosa joven pelirroja, de ojos azules. Al mismo tiempo que se oía su canto, se oía el chirriar de la cuerda, como si estuviera tendiendo ropa, pero no era más que el ritual de todos los días: le estaba bajando el periódico al abuelo del primer piso con la polea. Ellos se lo intercambiaban todos los días, uno lo compraba un día y el otro, otro día.
Hoy, le había incluido algo más con el periódico. Le había metido un par de cigarrillos -que se supone no debía fumar- pero el abuelo era generoso con ella, pobrecito; total dos cigarrillos arriba o abajo no iban a ser nada del otro mundo ¿no?

18 julio 2008

chao próspera


Hoy se murió mi primera mascota. No me duró ni 4 meses. Me duele perder a Próspera como no pensaba que me dolería jamás la pérdida de un animal. Próspera me enseñó a estar pendiente de un ser querido, a –nada más levantarme- saber que estaba ahí. La bañaba cada mañana hasta que hiciera pipi y pupú; le daba su comida cada día: unas hojas de lechuga, un trozo de lechosa, últimamente su preferido era el calabacín, y carne una vez por semana.
Próspera se despertaba en cuanto que escuchaba la voz de Carlina cada mañana. Esta mañana Carlina dijo: “hoy Próspera me recibió con la boca abierta” y la puso en el fregadero de la cocina, después se fue. Yo la metí en su bañerita después y nunca más se movió. Al cabo de una hora, tenía la misma postura; me extrañó. Tenía los ojos cerrados. Aún me extrañó más. La puse debajo del grifo, le hablé, y como no reaccionaba, instintivamente la agité como un mouse, su cabeza se balanceó inerte para cada lado, diciéndome que no. La solté y su concha sonó como la jabonera del baño. Sus patas no amortiguaban el aterrizaje. ¡Estaba muerta! ¿Qué pasó? ¿Se envenenó? ¿Con qué? ¿Como? ¿Con el agua? Pero si era fresca.
Ya pasaron dos horas y sigue ahí espatarrada en el agua. Es curioso, como mirando su caparazón, sus patitas y su cabeza, uno siente que todavía está aquí, que en realidad no pasa nada. Mira que se quede con nosotros aunque esté muerta.
He llamado a Carlina para contárselo. Que angustia. Recuerdo que un día se me perdió en el jardín, y me asusté toda. Bajé con escoba y rastrillo para peinar la zona y encontrarla. Si se me pierde Próspera ¿qué le digo a Carlina? ¡Que disgusto! Hoy, la tengo que llamar para decirle entre lágrimas que no se mueve, que no sé que tiene, que parece como muerta. No me creyó. Me dijo que las morrocoyitas son así, que le hable en venezolano, o que la deje en paz, que luego ella ya se moverá, pero yo siento que no, que hoy es diferente. Pero yo como soy españoleta y no me gustan los animales, no me entero. Y yo que no era eso. También me dijo que a lo mejor se había envenenao con tanto flee y tanta vaina. A lo mejor respiró el flee de anoche cuando entró aquella cucaracha voladora. Las morrocoyitas absorben las malas energías. Que seguro que se sacrificó por nosotras, y se agarró algo que no era para ella.
Próspera, chao. Tu vida fue muy corta pero muy próspera. Gracias por tus enseñanzas, por las estrategias de escritura, por enseñarme a no desesperarse cuando a uno no le salen las cosas porque siempre hay una manera, y que no necesariamente por correr uno llega antes, sino más bien todo lo contrario. Adelante.
La naturaleza es así de salvaje, y hermosa a la vez, triste y alegre. Aquí donde no hay estaciones, todo nace y muere a la vez cuando puede y como puede.