11 diciembre 2017

la palabra tiene la palabra por Paloma Todd
Comunicarnos es un encuentro. Un encuentro en el que la palabra nos puede llevar a una raíz común. Comunicar no pertenece al reino de la palabra. También podemos llegar a esta raíz sin palabras.
Se dice que lo que no se nombra no existe. El bebé necesita ser nombrado para saber que existe. Y tocado y abrazado.
Aún resuenan vivas en la cueva de nuestras células esas primeras palabras. ¿mamá?
Nuestras primeras palabras son una semilla de un árbol que crecerá.
Hoy abrimos la puerta de la palabra. Palabras que dan cuerpo a nuestra voz, que la envuelven y la transportan. Palabras que habitan un tiempo y un espacio compartido, contigo. Palabras que comulgan y crean realidades. Palabra de unión.
Hoy hablamos del poder del verbo para crear.
Palabras que generan conflicto porque a veces eso que tengo que decir no te gusta, no es bienvenido. A veces quiero dar mi palabra y no es recibida. ¿qué me pasa con eso? ¿cuántas conversaciones pendientes voy acumulando en mi mochila? ¿son palabras vivas en mi? ¿las amo? ¿las abandono? A veces quiero dar mi palabra y no puedo.
Interrogar nuestras palabras abre un mundo.
Nombramos lo que no nos gusta. Nombramos lo que necesitamos. A veces generamos conflicto. A veces este conflicto es necesario, vital. Qué desafío el de sostenernos en la justa medida de nombrar lo que necesitamos y respetar los límites del que no puede, o no quiere, escucharnos. Es un filo. El filo de la palabra justa.
Hay palabras que generan confianza porque tejidas con cuidado crean puentes donde antes habían abismos. Palabras que respetuosas tocan la puerta antes de entrar. Palabras que cuidan lo que amamos juntas, juntos. Palabras que piden permiso. Palabras que curan.
Si tienes quien acoja tus palabras, si son cuidadas y bien recibidas, entrégalas con firmeza, entrégalas con delicadeza. Firmeza en honrarte y delicadeza con la otra persona. Eso me dicen mis palabras.
Es un arte. Es un poder. Es vulnerabilidad.
Y hay las palabras que hieren. Palabras que entran sin permiso, que nos traspasan y nos penetran en lugares íntimos, privados. Palabras cuyo filo nos abren de par en par y despiertan memorias dormidas. Palabras cálidas que derriten nuestras defensas. Palabras sabias que nos despiertan. Hermosas palabras que inspiran y revelan el misterio de tejer juntos un mundo compartido.
Palabras cálidas. Palabras frías. Palabras heridas. Palabras de fuego. Palabras tristes. Palabras violentas. Palabras crudas. Palabras inmaduras. Palabras llenas de agua porque lloran íntimas y profundas. Palabras que confiesan. Palabras que rezan.
¿cuánta violencia cabe en una palabra? ¿cuánto amor? Una palabra es un mundo que construyo de mi hacia ti. ¿cómo recibes mi mundo? ¿cómo entro en tu mundo? ¿hablamos y tejemos un nuevo mundo? ¿hablamos y destejemos juntos los mundos falsos? Palabras de despedida. Palabras muertas.
Palabras que nombran una necesidad, que ponen un límite, que reclaman respeto. Son solo palabras y no las escuchamos. Repito. Repetimos. Las mismas palabras y se las lleva el viento. Palabras sin raíz.
No me escuchas. No me escuchan. No nos escuchamos. Repetición de palabras que nos llevan a un mismo lugar. Palabras bucles. ¿cómo salimos de aquí?
Para crear un lugar común tal vez necesitamos ordenar nuestras palabras. Tal vez primero necesitamos quedarnos sin palabras.
Hay palabras llaves que abren puertas que me pueden llevar al brillo de un fuego cálido o al hielo de un calabozo oculto. Acoger la palabra es un arte. Darle la bienvenida. Poderosa palabra de fuego que derrite resistencias y ablanda mi corazón. Poderosa palabra que como espada sagrada corta impecable toda invasión. Hay palabras depredadoras. Hay palabras que necesitan tiempo para destejer lo que en su día fue nombrado y nos ha hecho daño. Hay palabras que necesitan permiso para salir de lugares ocultos. Palabras torpes. Palabras frágiles.
La palabra es un templo de sabiduría. Es desde nuestro vacío impecable – quietud del silencio profundo que nos habita – que nuestro hilo de palabras tejerá su camino al mundo. Es a través de nuestra garganta que nace. La palabra habita el cuerpo. ¿qué palabras me habitan? ¿qué palabras engendro? ¿con qué palabras fecundo al mundo?
¿y mi Verdad cómo se lleva con mi palabra? ¿cuántas mentiras alimento? Hay palabras que encubren y engañan, disfrazan y seducen. Con la palabra encantamos y nos encantan. La palabra es de magos y magas. La palabra hechiza y rompe hechizos.
Palabras que brotan del corazón. ¿soy sincera? ¿es mi honestidad recibida, honrada respetada? Mejor me callo. A veces callar es tan contundente como dar la palabra. A veces callar es un refugio seguro. La palabra necesita de mi coraje para traspasar mis silencios cobardes. Palabras compasivas. Palabras dulces. Palabras que calman. Palabras que corrigen. Cambiar una palabra por otra y sentir su magia actuar.
¿quién nos enseñó a hablar? ¿qué palabras acunaron mi llegada al mundo? ¿quién me nombró? ¿qué raíces se entretejieron alrededor de esas primeras palabras que me nombraron? Mamá, papá. ¿cómo me habló mamá? ¿cómo le hablo a mamá? ¿qué universo se edificó desde bien adentro palabra a palabra. Desde mi primera palabra hasta hoy, ¿qué árbol ha crecido? ¿qué palabras entrego al mundo? ¿quién se alimenta de mis frutos? ¿qué palabras consumo?
La casa de mis palabras es mi historia. Cuántas habitaciones sin explorar. Cuántos espacios ocupados por palabras ajenas. ¿y mis palabras, dónde están? ¿de quiénes son estas palabras que me habitan? ¿cómo me nombro a mi misma?
A veces nos quedamos sin palabras para nombrar la inmensidad de lo que nos habita.
No tengo palabras para nombrar lo que siento.
Es tiempo de que las palabras crezcan. Es tiempo de que ocupen su lugar. Quien tenga algo que decir, que lo diga. A veces da miedo escuchar al otro. ¿es realmente el otro a quien escucho, o es papá, mamá?
Y ese maestro o esa maestra que me nombró, ¿qué cárcel creó que hoy me paraliza? ¿qué palabras me han liberado? ¿quién las ha dicho? ¿qué palabras libres ofrezco al mundo?
 * * *
No tenemos que estar de acuerdo en lo que pensamos pero si en desear crear juntos la manera en que nos queremos encontrar para abrir espacios de comunicación. Mi experiencia – o propuesta- es que es estos momentos la comunicación es un espacio experimental. Experimental como lo es ir a una tierra desconocida. Experimental como lo es tratar algo nuevo, con cautela y cuidado. Experimental como un acto creativo, compartido.
Hay una comunicación práctica, la que abarca nuestro día a día, la que nombra hechos y la que construye y colabora. Hay otra que, profunda, bracea la vulnerabilidad de los terrenos heridos. Hay la que encubre y se disfraza, y juega el juego con sus máscaras. Hay la que preserva y defiende las creencias y los dogmas.
Si compartimos creencias braseamos una comunicación aparentemente armónica : estamos de acuerdo. Si no compartimos creencias entonces lo que llamamos comunicación revela un abismo. Ante este abismo tejer palabras que busquen un terreno común es una propuesta radical para reparar la fragmentación en la comunicación que estamos viviendo. Es necesario reparar las fisuras de las relaciones palabra a palabra. Esta es una forma de activismo.
La hiperactividad social a través de las comunicaciones digitales y el exceso de intercambio superfluo está minando la capacidad de encontrarnos en un tejido más profundo, íntimo y cálido. Las comunicaciones están atravesadas por la tecnología de conectividad y, sin embargo, estamos en una crisis de conexión profunda, en una crisis de diálogos enriquecidos por el calor y la presencia.
Es un tiempo de responder con soluciones creativas a la crisis de comunicación que atravesamos. Ante la tonelada de mentiras y engaños que consumimos diariamente, el cultivar nuestro templo de palabras, y el no perder el contacto íntimo con nosotros mismos y con los demás, es un arte y una práctica. El contacto está en la palabra. Tejemos intimidad, confianza y proximidad en la palabra.
Sin este eslabón no podemos materializar un cambio estructural comunitario y colaborativo sólido. Nuestro sueño nos necesita en diálogo. Nuestro sueño colectivo necesita que demos un paso más profundo en honestidad, sinceridad y claridad. La cooperación, la colaboración y el comulgar en respuestas creativas a la multiplicación de crisis que nos acechan depende de este tejido verbal consciente.

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