05 junio 2008

el secreto de Paula

television en blanco

-“Tiembla Barcelona, que llega Paula, y llega con el corazón roto por una traición de amor”.
Nunca quiso hablar de ese amor, sólo decía que era el único que había tenido, y el único que tendría. Llegó con su ambición toda entera. Ahora todo se lo dedicaría a ella misma. Sus sueños y ansias de poder, dinero y venganza estaban al máximo.
Llegaba a Barcelona con trabajo, y una habitación alquilada en mi apartamento. Trabajaría en la recepción del nuevo Hotel Sheraton. A ella no le importaban los cambios de horarios, ni los cambios en general. Para poder germinar, hay empezar desde abajo y no tener prisa, decía. Así que se empezó a organizar.
Se arreglaba todas las mañanas muy temprano para ir a su trabajo. Ella era bonita, delgada, morena y sabía como vestirse. Llegaba siempre puntual. Esto era muy importante y sabía cumplir con su deber correctamente. En el trabajo usaba ese acento gallego que tiene tanto charming. A le gente le gustaba, y siempre era excusa para entablar una conversación. Después de su trabajo, siempre volvía a casa directamente, se cambiaba de ropa, se preparaba algo para comer, y encendía la televisión. Delante de la pantalla, comían los dos, su gato y ella. Su gato era un regalo de su abuela. No era una gato como los demás. Era de porcelana y en el lomo tenía un huequito donde le colocaba una vela. Su abuela decía que, siempre que se sintiera sola, encendiera la vela de su gatito y, así estarían los 3 juntos.
Los 3 eran su abuelo, su abuela y ella. Desde los 6 hasta los 15 años había vivido con sus abuelos en una aldea de Galicia. Su abuela le enseñó a cocinar caldo gallego, lacón con grelos y todos los pescados que pasaran por la calle según el día. Recuerdo que todos sus platos tenían ese sazón gallego tan de aldea. Limpiaban juntas y veían la tele juntas. Le encantaba sentarse con su abuela en el corrillo de las vecinas, a la puerta de su casa. Allí, cada una se traía su silla y se pasaban la tarde tejiendo, y comentando los programas de la tele. Paula decía que también hablaban con las meigas para pedirles salud, amor y dinero. Ella sacaba su banquito, que le había hecho su abuelo especialmente para ella, y allí escuchaba todas aquellas historias.
El abuelo le había tallado el banquito de madera con su VICTORINOX. Siempre lo llevaba encima. Lo hacía todo con su navaja, pelaba las mandarinas que le daba gajo a gajo, tostaba el pan de la merienda al fuego, afilaba los corchos de las botellas de vino, abría la latas de conservas, y también se cortaba las uñas con ella. Todo esto lo hacía Paula también. El único que usaba un abridor para abrir una lata era yo, y cuando había vino ó cava en casa, los corchos de las botellas estaban tallados a la medida de la boquilla de la botella.
Cada día, al volver de trabajar, colocaba el gatito encima de la mesa de la sala, encendía la velita, y así permanecía encendida hasta la hora de acostarse. Después de comer, fregaba su plato y se instalaba de nuevo en el sofá a ver la televisión con su dulce gatito. Abría el gatito y preparaba sistemáticamente todo lo que iba a fumar el resto del día. Dentro del lindo gatito siempre tenía chocolate y todo lo necesario para hacerse unos porritos muy artesanales, entre otras herramientas el VICTORINOX que le había regalado su abuelo.
No fumaba otra cosa, solo chocolate. En el hotel había conseguido un camello que siempre la proveía de lo que necesitara. Por ese lado estaba tranquila.
Veía todo, absolutamente todo lo que dieran en la televisión: las noticias, todas las series, todas las películas y todos los documentales; todos los días de la semana, y varios canales a la vez. Reía con la tele, lloraba con ella, fumaba y hablaba con ella.
Entre las voces de la televisión y la nebulosa de la sala, a veces se oía:
- “Javieriño, oye, mira pásame un cenicero, ¿quieres? que este ya esta lleno.” Mientras alargaba un brazo que penetraba las nubes y salía por el lado en la dirección en la debía llegar el cenicero.
Después de un tiempo, empezó una nueva edición de Gran hermano. Paula empezó a verlo, también y se enganchó.
Empezó a ver Gran hermano con el éxtasis de los místicos, a leer todo sobre los ocupantes de la casa, sus procedencias, sus aficiones. No faltaba un día a la cita, y en la casa no se podía ver nada más que Gran hermano. Se empezó a encariñar con los personajes. Hablaba con ellos, peleaba con ellos, sentía compasión por unos, sufría por otros, lloraba porque a Joan, que era tan riquiño, le habían echado de la casa, y abrazaba a su gato en busca de comprensión. Odiaba a Belén porque era una hija de puta mentirosa, que no quería a Fernando, para nada, y deseaba y rezaba para que le echaran de la casa. Laura sentía celos de Ernesto y ella también. Las imágenes de sexo y lujuria entre Belén y Arnaldo le hacían hervir la sangre.
Hacia la mitad del concurso, tele5 anunció que ya se podía ver Gran Hermano las 24 horas del día por el módico precio de 20 euros al mes. Por supuesto que se apuntó, todos los detalles eran importantes, pero entonces el problema era el trabajo. Las horas que salía de casa para trabajar, se lo perdería. Así que solucionó este pequeño inconveniente con la compra de un video. Lo colocó en una banqueta enfrente de la tele para tenerlo todo más a mano. Compró docenas de cintas de video, y se organizó, como suiza que era, para grabar las 24 horas de Gran hermano.
Ahora cuando llegaba del trabajo, mientras veía lo grabado, grababa lo que vería más tarde. La televisión trabajaba a pleno rendimiento, y por supuesto el aparato ya no estaba disponible para nadie más a ninguna hora del día. Estaba funcionando día y noche.
Nadie preguntaba por ella al teléfono, sólo su hermano que llamaba a veces de Suiza, y entonces se ponía a hablar en alemán. Cuando hablaba alemán parecía otra persona. Tenía otro tono de voz, era más dulce y hasta los rasgos de la cara le cambiaban. Un día, en medio de todas aquellas palabras alemanas, escuché el nombre de Arnaldo, uno de los ocupantes de la casa, y se me calló el mito. A su hermano, le hablaba de Gran Hermano, ¿también? Su hermano veía Gran hermano en Suiza por el canal internacional o ¿que? ¡Su vida era gran hermano hasta en alemán!
Le gustaba Arnaldo, definitivamente. Ella decía que sería el ganador, el último en salir de la casa, que era guapo, honesto, inteligente, simpático, y que todas las tías estaban enamoradas de él, pero que él sabía como manejar a todas esas putas.
Ella tenía siempre su cuarto cerrado. No le gustaba que nadie lo viera, yo que era su compañero de piso, ni sabía como lo tenía decorado. Hasta que un día, me lo enseñó ella misma. Me abrió las puertas de su santuario, y me mostró todas las paredes empapeladas con fotos de Arnaldo, en varias posturas y posando desnudo incluso para la revista Interviú. Me dejó entrever los distintos instrumentos sexuales que utilizaba para satisfacer su deseo por el héroe de Gran hermano.
-“oye, ¿no crees que estás un poquito obsesionada con el tema?”, dije yo en mi habitual tono prudente.
Desde ese día me retiró la palabra. Nunca me volvió a dirigir ni la mirada. Ahora ya solo estaba su gato, su Gran Hermano, las esporádicas llamadas desde Suiza y nada más.
En el último mes del concurso, dejó el trabajo para verlo todo en tiempo real.
Su héroe estaba ganando. Ya solo quedaban 2 personas en la casa. Arnaldo y Belén. Al lado del video había levantado un altar en el que quemaba fotos de Belén, y hacía conjuros y rituales en gallego para ayudar a Arnaldo en su victoria.
El último día de Gran hermano llegó. La victoria fue para Arnaldo, como ella había vaticinado. Cuando la presentadora verbalizó el nombre del vencedor, ella lo hizo también, casi simultáneamente, mirándole a los ojos, como si la estuviera hipnotizando.
-“El vencedor de Gran Hermano en esta 5ª edición es AR-NAL-DO” pronunció lentamente Mercedes Milá. Era un día de fiesta. Abrazó al gato, a mí, a la tele, al vídeo, a todo lo que encontraba a su paso.
Se metió en su habitación, se puso sus mejores galas y dijo:
-“salgo a celebrarlo. Chao!”
No me lo podía creer. Salió de la casa, ella también. ¡Por fin, podía respirar!. Abrí las ventanas, y me serví una copa de whisky. Yo también estaba celebrando.
A la mañana siguiente, no había vuelto a casa todavía. Al principio me iba a preocupar, pero fueron más las ganas de estar solo y tranquilo en casa, que la preocupación. Volví del trabajo, y todavía no había regresado. Me preparé algo de cena, y encendí la tele. Se me hacía raro todo tan en silencio. Me puse a ver las noticias y escuché:
“Asesinado con arma blanca, el héroe de Gran hermano. El autor del crimen ha sido hallado, y puesto en manos de la justicia. Inconscientemente abrí el gato que estaba encima de la mesa y el VICTORINOX no estaba.
Alcé la vista rápidamente, y ví a Paula en la tele. Paula estaba saliendo por la tele, pero no en el concurso de Gran hermano, sino en el telediario.

1 comentario:

pedro a. cruz cruz dijo...

interesante sigue asi.

te recuerdo mi blog para que opines.

http://cruz-pedro.blogspot.com

un abrazo.