19 julio 2008

en cinco miuntos

La casa parecía vacía, pero en la ventana se veía el rostro de una hermosa joven pelirroja, de ojos azules. Al mismo tiempo que se oía su canto, se oía el chirriar de la cuerda, como si estuviera tendiendo ropa, pero no era más que el ritual de todos los días: le estaba bajando el periódico al abuelo del primer piso con la polea. Ellos se lo intercambiaban todos los días, uno lo compraba un día y el otro, otro día.
Hoy, le había incluido algo más con el periódico. Le había metido un par de cigarrillos -que se supone no debía fumar- pero el abuelo era generoso con ella, pobrecito; total dos cigarrillos arriba o abajo no iban a ser nada del otro mundo ¿no?

3 comentarios:

Francisco Pereira dijo...

De dos en dos, va una caja...

pedro a. cruz cruz dijo...

Estoy con Pancho, todo es empezar.

Unknown dijo...

Quizás perderan la memoria y cuenta en humo caliente:
-¿En cinco minutos te escribo o lo escribí en cinco minutos? dudó la joven.
-Querida, que más da si la vida se te puede ir en cinco minutos, le dijo el viejo.-Fumatelos todos, los minutos y los cigarros.
Olga Fuchs regresó de tu amada Barcelona, en algo más de cinco minutos.